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Megaproblemas de las palabras compuestas

Últimamente se ha desbordado en muchos medios impresos la formación de palabras compuestas. A los robacarros se les unieron los robabancos y los robacelulares; la fiesta muy concurrida es ahora una megafiesta o una superfiesta; o, por el contrario, el negocio pequeño es ahora una microempresa o micronegocio o una minitienda que aporta soluciones a la macroeconomía. De igual modo, ahora los puestos no son de asistentes, sino de subs, ya hay subcomisarios, subcomisionados, suboperadores, subempleados. Ya no solo hay vicepresidentes, también viceministros, vicedirectores, vicecónsules.

Además, para demostrar el antagonismo, ahora lo dejamos claro en las mismas palabras, antiterroristas, antiinmigración, anticorrupción, antiestatal, antiimperial. Igual se han activado los pro, pro gobierno, pro chavistas; o los co, cogobernar, codirigir. En fin, hay una euforia por construir cada día nuevos términos, al grado que muchos añoramos el momento cuando en la escuela nos enseñaban que las palabras compuestas eran tan inconfundibles como camposanto o puntapié. Pero hoy muchos quieren hacer que las palabras sean políticamente correctas; así un incendio ya no es un crimen contra el bosque, ahora es un “ecocidio” y hay ecoempresas o quienes emprenden agronegocios, mientras los legalistas insisten en decir “todos y todas”, “ciudadanos y ciudadanas”, “alumnos y alumnas”, hasta convertir las noticias, los informes, los simples comunicados y memorandos en auténticos logos más parecidos a códices o enunciados en latín.

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